Cuando se inauguró la Vuelta 2015 con el simulacro de CRE
por el paseo marítimo de Puerto Banús, quienes habíamos visto el recorrido de
la primera semana –o primer bloque, hasta el día de descanso de hoy- ya
intuíamos que aquello iba a ser el menor de nuestros problemas como
espectadores o amantes del ciclismo.
Lo que no podíamos adivinar era el bochorno vivido a todos
los niveles, incluyendo por supuesto, la actitud de los ciclistas. Porque no es
culpa de la organización –que ya tiene suficiente con lo suyo- que un ciclista
se agarre al coche para reintegrarse en un grupo –y que posteriormente se borre
de twitter, lamentable temporada de Nibali, se mire por donde se mire- ni que
un tal Ambrossini intente robar en directo una bicicleta a un ciclista.
Sin embargo, el resto de culpas tienen un nombre propio:
Guillén y sus secuaces.
Porque tienen la culpa de este recorrido aburrido y
repetitivo que durante la primera semana han perpetrado, con finales en cuesta
por aquí y por allá. Y cuando el final no es en cuesta, la meta está lo
suficientemente lejos del puerto como para evitar cualquier tipo de ataque,
como en Cresta del Gallo –donde podrían omitirse fácilmente 3 kilómetros de
llano intrascendente- o mismamente en la etapa de ayer donde Dumoulin se bastó
y se sobró para alcanzar a tres ciclistas.
Porque tienen la culpa de haber echado de la carrera a uno
de los mejores ciclistas del mundo por la actuación negligente de un motorista.
Y que, no contentos con ello, es multado por la UCI –pueden revisar las multas
de la UCI durante la Vuelta, donde la más ‘cara’ es impuesta por equivocarse de
maillot. 400 francos suizos- y termina abandonando la carrera quemado por las
heridas del atropello y quemado con la organización.
Porque tienen la culpa de meter al pelotón por recorridos
que van contra todo tipo de lógica tanto por exceso como por defecto. Autovías
en los últimos momentos de las etapas, eliminando casi cualquier probabilidad
de aventuras en solitario; o tramos de descenso lamentables como la Cresta del
Gallo o calles con bordillos y tranvías, como en la misma etapa.
Por ese tramo asesino metieron a un grupo de ciclistas, que
cayeron en una montonera donde el peor parado fue Boeckmans, que terminó el día
con 3 costillas rotas, un pulmón afectado y en coma inducido. Por la
negligencia de la organización que no merece otra cosa que pagar por todos sus
errores.
Porque han acomodado a los ciclistas, que en vista de que
todos los días es sota, caballo y rey: fuga intrascendente, llaneo hasta el
final incluyendo autopistas para pillar a los fugados y muritazo youtube al final. Es por ello que
la actitud de los ciclistas está dejando mucho que desear, porque saben que
mañana será igual que hoy.
El mejor resumen lo hizo el ciclista del Caja Rural, Carlos
Barbero, que dejó entrever que las fugas se hacían porque el pelotón se paraba
ante cualquier intento a sabiendas de que la unión calor-etapa deja nulas
probabilidades de llegar a meta.
En cuanto al desarrollo de la Vuelta, el Viernes vivimos una
etapa penosa con una buena resolución de la fuga por parte de Lindeman;
mientras que por detrás los favoritos llegaron en un intervalo de unos 30’’.
Nada.
El sábado se vivió la jornada bochornosa por excelencia –ex aqueo
con Marbella- con caídas por negligencia de la organización, el atropello a
Sagan, la doble subida a la Cresta del Gallo y la victoria de Stuyven con el
escafoides roto.
Al dia siguiente, el grupo llegaba a Cumbres del Sol, donde
misteriosamente si vimos una buena subida a un murito. Desde el principio,
Valverde imprimió un fuerte ritmo que seleccionó mucho el grupo –Quintana,
Purito, Aru y Majka- aunque posteriormente se produjo el reagrupamiento
general.
Froome volvió a quedarse, pero creo que ha aprendido a
correr la Vuelta. Sabe que con los pesetazos iniciales en los que Valverde y
Purito llevan viviendo un lustro enfrentados lo único que hace es desgastarse.
Sube a ritmo y mirando a la potencia de su manillar, sabedor de que no debe
pasar de X watios hasta el momento Y. En ese punto, desencadena la tormenta
perfecta y con su molinillo froomico es capaz de soltar a quien se proponga.
Y así lo hizo, para luego quemarse y ser superado en los
últimos 100 metros por un espectacular Dumoulin. El holandés, que debería haber
nacido hace 20 años para tener opciones de rascar chapa en una GV a tenor de la
progresiva pero imparable –y lamentable- pérdida de kilómetros CRI; supo
regular y acabó haciéndose con el triunfo en una subida que a priori no le iba
para nada.
Ayer lunes, con la meta alejada del puerto de 2ª categoría, la victoria iban a jugársela los passistas del pelotón que hubiesen sobrevivido a las caídas; de entre los cuales destacaba Degenkolb. Para él fue todo el trabajo realizado por el líder Dumoulin, pero que no supo rematar en la línea de meta, donde arrancó muy tapado y tuvo que conformarse con el segundo puesto, sólo superado por el italiano del MTN, Sbaragli.
De ahí, Castellón, a Andorra en un traslado en el que
algunos equipos utilizaron helicópteros para llegar lo antes posible y evitarse
5 horas en un autobús. Otro de los graves errores de la Vuelta: traslados
imposibles y no enlazados de forma natural. Una vez superado este problema, nos
enfrentamos a la etapa más dura que jamás ha diseñado la Vuelta y personalmente
opinio, uno de los mejores encadenados de ninguna GV de los últimos tiempos.
Un oasis en medio del desierto de las cuestas de cabras de
youtube con los que la Vuelta nos viene deleitando hace tiempo. El interrogante
está claro: ¿será capaz Dumoulin de aguantar? Al 99% de probabilidades, no lo
hará. Cualquier otro escenario en el que retenga el liderato mañana sólo podría
deberse a fumada total y absoluta de la etapa por parte de los ciclistas o una
evolución ‘not normal’ que diría Lance Armstrong.
Mañana saldremos de dudas. El escenario está. Falta ver si
hay ganas.